“El contrapunto (del latín punctus contra punctum, «nota contra nota») es una técnica de composición musical que evalúa la
relación existente entre dos o más voces independientes (polifonía) con la finalidad de obtener cierto equilibrio armónico. Casi la totalidad de la música compuesta en Occidente es resultado de algún proceso
contrapuntístico. Esta práctica surgió en el siglo XV alcanzando un alto grado de desarrollo en el Renacimiento y especialmente en la música del Barroco y se ha mantenido hasta
nuestros días.”
Wikipedia.
¡Cuatro pasos atrás! ¡Le dije cuatro pasos atrás! ¿Por qué no se
quedará en la sombrilla? Siempre tengo que llevarlo pegado a mí, como una lapa.
Todo el mundo pasea por la playa tan tranquilo. Todos hablan con quien les
apetece y van a donde les da la gana. ¿Por qué yo no puedo? Siempre con este
gordo baboso detrás vigilándome y mirándome de arriba abajo. Me exhibe como un
trofeo, es como si me llevara atada con una correa, como un perrito. Eso soy
para él. Su perrita.
Mira como camina, tan derecha, un poco nerviosa. Se avergüenza de mí.
Yo, que le doy todo lo que quiere, que no vivo más que para ella, y tengo que
caminar rezagado, para que no la vean conmigo. Para que no sepan que va
conmigo. Y así todos los días, hasta que acaben estas malditas vacaciones y
podamos regresar al pueblo. No sé porque se empeña en venir. Bueno sí que lo
sé, le encanta lucirse. Tiene que ponerse esos bikinis tan pequeños y pasearse
para que la vea todo el mundo, para que la miren todos los hombres. Da igual,
que se pasee cuanto quiera, esta no se escapa. No voy a consentir que ninguno
se le acerque.
Si pudiera irme un rato yo sola…
ayer casi lo consigo, se quedó dormido en la tumbona. Pero por más despacio que
me levanté, por más cuidado que puse, abrió esos ojos de sapo que tiene y me
soltó un “¿a dónde vas?” que me dejó en el sitio. Si pudiera librarme de él…
estoy segura que podría conseguir algo mejor. ¡Si es que me miran todos! Y esta
playa está llena de gente de pasta. Menos mal que no me corté el pelo. Ya me lo
dijo Svetlana; “Ni se te ocurra. No seas idiota, los españoles se mueren por
las rubias, y cuanto más largo el pelo mejor. Y el bikini, bien pequeño, que
esto no es Lituania. Usa tus armas”. Mis armas… ¡sí, pero cómo! Si pudiera
librarme de este…
Mírala como mueve el culo, ¡condenada! ¿Es que me va a hacer que me recorra
toda la playa? Estoy ya cansado, no se
da cuenta de que no tengo su edad. Son crueles los jóvenes. Ah, pero se venden
tan fácil, y por tan poco… Bien, ahí está el chiringuito. Esto lo soluciono yo
en un momento.
─ ¿Un helado? Pues… bueno, podría
tomarme un helado. Pequeño, de fresa─. Eso no puede engordar mucho. Justo me
pondré al lado del señor del bañador azul. Qué buena pinta tiene… Alto,
delgado, un poco canoso. No pasará de los cuarenta y cinco. A esa edad, mira,
pues todavía. Pero, ¿y este, que va para los sesenta y seis? ¿Y esa tripa
inmensa? ¿Y ese bañador, que parece las bragas de mi abuela? Y que sólo
toquetea, que ya no está para nada. Un vicioso, eso es lo que es. Asco de
hombre.
─ ¿Un café? Vale, también un
café. Pero con sacarina.
Cómo se lo come, se relame, nunca he visto a nadie a quien le gusten
tanto los helados. Cómo una chiquilla. Cómo lo que es. Una chiquilla, pero
también una furcia, ya le está poniendo los puntos al tío alto de las gafas ¿es
que no voy a poder descansar nunca? Si no tuviera ese cuerpo que tiene, esa
melena rubia, esa piel, esas tetas… Ay. No puedo mirarla a los ojos sin
derretirme, por más que ella mire para otro lado medio mosca. Hace conmigo lo
que quiere.
Voy a tener que ir al baño, maldita próstata. Espero que no… pero no,
no le va a dar tiempo. Y para mí que la de naranja es la mujer. No, no va a
poder.
¿Se va? ¿De verdad se va? Ojalá
haya cola en los aseos, aunque los hombres son tan rápidos. La mitad no se
lavan las manos, eso fijo. Tengo que intentarlo, ay, estoy tan nerviosa. Un
pitillo no, suena a fulana, y además ahora casi nadie fuma. La hora, eso es. La hora.
─No son azules, no señor, son
verdes. Por lo menos siempre han sido verdes, a no ser que me hayan cambiado
ahora mismo─. Se ríe, que simpático─. Si, el mar, puede ser el reflejo del mar─.
Ojalá que tarde, ay. ─No, no es mi padre. Es… un pariente. Lejano. Una copa.
Pues sí, supongo que podría tomarme una copa. Pero tendría que ser ahora mismo,
¿conoce algún sitio cerca? Es que a mi tío ─sí, es mi tío─ no le gusta que
beba. Tendríamos que irnos ahora, antes de que vuelva. No se enfada, no. Está
acostumbrado. ¿Esta noche? No, esta noche, no, creo que no. Esta noche tengo
que cuidar a mi tío.
─Su mujer. La señora de la
camiseta naranja. Ya. Claro, ya comprendo.
Está visto que no hay manera.
─Bueno, pues podemos quedar pero
no le aseguro que venga. A las diez aquí mismo. Sí. Haré lo posible, ya lo creo
que lo haré. No lo sabe usted bien.
Ahí llega este. Ahí va, se ha
puesto el bañador más subido, marcando paquete. Qué vergüenza. Resulta
patético.
Mírala ya está tonteando ¡Joder,
ni mear tranquilo puede uno ya!
─ ¿Cómo dice, señora? ¿Su marido? ¿Y a mí que
me importa quién sea su marido? ¿Es que no se ha dado cuenta de que vengo
acompañada? ¡Habrase visto! Pues si sólo
me ha pedido las servilletas, ¡hay que ver como se pone usted! Pues no se lo
crea si no quiere, a mí, como comprenderá… ─ Dios mío, qué vergüenza, como me
mira la mujer… Ay, Señor, ¿dónde se habrá metido este hombre?
Ahí va, se le ha encarado la de naranja. Se lo tiene bien merecido, por
zorrona. Pero… ¿que demonios le está
diciendo? Pero ¿quién se creerá que es, la vieja bruja?
–Señora, ¿que tiene usted que decirle a mi mujer, a ver?
Qué bueno que llegó… vaya cara se
le ha puesto a la vieja cuando ha oído lo de su mujer… pues ¿qué se pensaba?
¿Por qué no iba a poder serlo? En cuanto me dé a mí la gana.
- Sí, mi mujer, sí, a ver, ¿algún problema? Pues eso. Vamos nena.
─Sí, anda sí, vámonos.
Mírala ella qué tiesa va, cogida de mi brazo. Si parece hasta contenta.
Si pudiéramos ir siempre así. Como que se me está ocurriendo… como, ¿ya no?
─No, no, ahora ya no, ahora
suéltame. Por la playa no. Dijimos cuatro pasos. Quedamos en que irías cuatro
pasos atrás.
Es una posibilidad. Habrá que pensarlo.
─Siempre cuatro pasos atrás.
Vera, 13 de octubre de
2014