Estoy hecho un lío, no sé que voy a hacer, a las mujeres no hay quien las entienda. El caso es que estoy convencido de que no tiene razón, yo solo actué como hace ella siempre. Con la mejor intención. Tampoco es para cabrearse tanto.
Cuando empezamos a salir yo no me aclaraba. Ella
me gusta un montón, está buenísima, y es
alucinante, pero yo no comprendía nada de lo que pasaba por su cabeza. Si
le preguntaba “¿Te vienes al cine el
sábado, que tengo unas entradas?” Ella me respondía, “Uy, no sé, el sábado lo tengo muy ocupado”, y se reía. Entonces
yo, tan normal, sin cabrearme ni nada, le respondía; “No te preocupes, no pasa nada, me voy con un amigo”. Civilizado
¿no? Pues ella iba y se ponía de morros y no me hablaba en una semana. ¿Pues no
había dicho que no podía ir? Y al final resultaba que sí que quería ir y yo no
me había enterado. Y así una vez, y otra. Yo estaba hecho polvo. Hasta que se
lo conté a mi hermano Paco, que es un máquina en eso de ligar, y él se rió y me
dijo que no hiciera caso, que las mujeres siempre lo decían todo al revés. Que
si te dicen que no pero se están riendo, quiere decir que sí, que sí que
quieren. En cambio si están enfadadas y con ojos que echan chispas es mejor
mantenerse a distancia. Solo hay que fijarse en la cara que ponen.
Yo soy un tío muy simple, (tonto
no, ¿eh?), así que a partir de ahí siempre hice lo contrario de lo que me decía.
Por ejemplo, si me decía que no le podía dar un beso; “que no, que aquí no, que nos están mirando”, yo iba y se lo daba de
todas maneras, y se ponía tan contenta, y de esa manera estábamos la mar de
bien. Y así llevábamos unos seis meses. Todo iba perfecto hasta el otro día,
hasta que ella me hizo la pregunta, y
a mí me entraron ganas de salir corriendo, porque ahí había lío seguro. Y es
que en ese momento no podía ir a buscar a mi hermano. Habíamos estado todo el fin
de semana juntos, en su casa, porque sus padres estaban de viaje. Estudiando
para el examen de latín, en teoría. El domingo por la noche al despedirnos me
dijo muy bajito; “¿Pero tú me quieres?”
Y yo me quedé parado y no supe qué decir. Y que no es que no la quiera, que
creo yo que sí que la quiero, porque cuando paso unos días sin verla me entra
como una angustia y un dolor muy raro en el pecho, parecido a la gripe pero
distinto. En serio que me pongo malísimo, pero lo mismo se lo digo y le sienta
mal. Así que me quedé callado, y vi que se estaba mosqueando. Y al final pensé; pues hago lo mismo que hace
ella y ya está. Así que le respondí “¿Yo
a ti? Por supuesto que no, que no te quiero”. Y me reí.
Lo que hace ella siempre.
Creía que lo había hecho perfecto
pero se ve que no, porque me soltó una ostia, incluso me tiró el diccionario de
latín a la cabeza (la muy burra), y cerró la puerta de un portazo y ahora no
hay manera de que me coja el teléfono. Ni lee los whatsapp ni el Facebook, ni nada
de nada. Tengo un agobio que no veas.
Le he preguntado a Paco y me ha
dicho que lo que tengo que hacer es escribirle una carta de amor, muy cursi, diciéndole
que la quiero y todo eso. Que a las mujeres eso les encanta. ¿Pero no me dijo
que hay que hacer siempre lo contrario? Tendré que decirle que no la quiero, ¿no?
Paco se ha reído de mí y me ha
dicho que no tengo arreglo, que mejor que me cuelgue de un árbol y que le deje
en paz. Y se ha ido y me ha dejado aquí tirado.
¿Y yo ahora que hago? ¿Le digo
que la quiero o le digo que no la quiero?
Por favor, dime qué hago.
NOTA: Si me ayudas te regalo un
antifaz del zorro.
Vera, 15 de marzo de
2017
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